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Article d'opinió de ALCOI,

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¿Y todo esto, para qué?

Es la indignación que te invade al calcular lo que nos costará a todos los alcoyanos la dichosa fotografía de un Sedano triunfal, inaugurando el hotelito en plena campaña electoral. Es, en fin, el convencimiento de que esta chapuza acabará dando tumbos por los tribunales y abriendo uno de esos contenciosos estériles e interminables (Rosaleda, Estambrera, legionela, etc) que tantos momentos de gloria le han dado a esta ciudad.

Al margen de los 3,7 millones de euros de presupuesto, esta polémica obra nos está costando un pico en horas de dedicación de los técnicos de Proaguas y en el pago de infinitos informes sectoriales, que tienen como único objetivo prevenir las más que posibles tarascadas de la Marea Verde (afortunado término acuñado por Radio Alcoy para referirse al poderoso movimiento ciudadano de rechazo al hotel).

El presidente de la Diputación nos está demostrando que cuando se pone a defender a sus amigos, los defiende de verdad. El caprichito de Sedano, otorgado a cambio de su incondicional apoyo político al zaplanismo, le está costando sudores a Ripoll. La imagen de un pata negra del PP provincial, el ex conseller de Medio Ambiente Fernando Modrego, defendiendo el hotel en primera línea de fuego es altamente significativa. Sobre todo, si se compara con el escaqueo general de los autores morales del proyecto, el alcalde y sus compañeros de gobierno, que empiezan a cogerle el gustillo a eso de que vengan los de fuera a sacarles las castañas del fuego.

A la vista de este despliegue de medios humanos, de gestiones políticas y de desembolsos económicos, uno acaba haciéndose una pregunta inevitable: ¿Y todo este follón, para qué?. La respuesta oficial está clara: para construir un hotelito de 35 habitaciones, que generará 36 empleos (más o menos estables) y que está llamado a convertirse en el arranque de una brillante carrera de Alcoy como potencia turística.

Por desgracia, la realidad está muy lejos de esta versión oficial. Un establecimiento hostelero de estas reducidas dimensiones, aprisionado por las restricciones que impone su ubicación en un parque natural, jugará un papel limitadísimo en la promoción del desarrollo económico de la ciudad. Ante la evidente desproporción entre costes y beneficios, surge un segundo interrogante: ¿No habría sido mejor utilizar todas estas habilidades políticas en evitar el cierre de Monllor, en buscarle un final más decoroso a la Estambrera, en gestionar ayudas públicas para las miles de empresas alcoyanas que viven asfixiadas por la crisis o, incluso, en hacer un hotel más grande en una zona menos sensible?. Como era de esperar, para esta pregunta no hay ninguna respuesta oficial.

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