Ens arriben testimonis commovedors des de la primera línia de defensa en la lluita contra la pandèmia. Pilar Jurado, infermera en el servei d'urgències de l'Hospital Verge dels Lliris d'Alcoi, ha deixat constància de la seua experiència d'aquests dies en una sentida carta oberta que ha titulat 'Sigue respirando'. Transcrivim a continuació el seu contingut.
Silencio, pensamientos… salgo al balcón y solo escucho el silencio. El mundo se ha detenido. Era necesario. Nuestro planeta azul necesitaba un respiro y por fin lo ha obtenido. Pero, ¿por qué? ¿Por qué así? ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué tanta soledad? ¿Realmente no podíamos parar ese ritmo frenético sin dolor? Son preguntas sin respuesta.
Soy enfermera y ojalá esta reflexión ayude a la gente a ver la vida con otros ojos. A ser más humildes, a ver la realidad tal y como la estamos viviendo ahora.
Tristeza, preocupación, angustia…. Eso veo en la cara de cada persona que entra por puerta de urgencias. Se despide de sus familiares sin saber si los volverá a ver. Una despedida rápida sin besos, sin abrazos… Cada minuto que pasa en el hospital parecen horas. Cada prueba que le hacen aumenta más su preocupación. Intento sonreírle, una sonrisa tapada por la mascarilla, pero que se transmite con la mirada. Unas palabras de ánimo, de cariño, que posiblemente se queden en un saco vacío, pero necesito hacerle llegar mi apoyo, mi calor. Llega el resultado de las pruebas, cada vez siente más presión en el pecho, puedo oír cómo va cambiando su respiración. Sus pulmones están empezando a fallar, y lo sabe. Sabe que algo no va bien. Sabe que el dichoso virus se ha colado en su interior. Llega la confirmación del médico. Aún quedaba una mínima esperanza, una esperanza que se ha esfumado con las palabras…"Positivo en COVID19”… Sabe que tardará en volver a ver sus seres queridos. Subirá a planta solo, sin su familia, deseando que todo salga bien.Tomo su mano y la aprieto con fuerza. “No dejes de luchar”, “sigue respirando”. Una lágrima rueda por sus mejillas y no puedo contener el dolor. Como enfermera intento no caer, aparentar fortaleza, pero no existe, no hay ninguna roca a la que agarrarse para no caer. La desesperación te invade. Sensación de rabia, de impotencia por no poder hacer nada más.
Llega mi turno para comer, para descansar. Te quitas todas las capas que llevas encima. Pero el sentimiento, el dolor no se queda colgado con la bata. Comes sin hambre, viendo las expresiones de tus compañer@s. Caras de tristeza, de preocupación. Y de nuevo llega el momento de enfrentar la realidad. De volver ahí fuera, a la “zona sucia”. Cada día que pasa es una batalla que doy por ganada. Pero son muchas las batallas que hay que librar para ganar esta guerra. Una guerra contra nosotros mismos.
Es el momento de volver a casa, al calor de tu hogar, pero vas con miedo. Miedo de que tus seres queridos enfermen, de ser un foco de contagio. Semanas sin abrazar a tus padres, a tu hermana, a tus sobrinos, amigos… Días interminables sin poder besar a la persona que amas. Pero sabes que no queda otro remedio, eso es lo que se debe hacer. Deseas con todas tus fuerzas que el próximo día que vayas a trabajar todo haya desaparecido, que el virus se haya ido, o simplemente que todo haya sido un sueño… pero no es así. Toca pelear por ganar otra batalla.
Solidaridad, empatía, humanidad … Valores que habíamos perdido y que hemos vuelto a encontrar. Balcones llenos de gente aplaudiendo por los que están en primera línea. Emoción, alegría, pelos de punta. Todos unidos en la lucha. Quédate en casa, todo va a salir bien… expresiones que no debemos olvidar cuando todo esto acabe. Hay mucho dentro de cada uno de nosotros.
Esta guerra la vamos a ganar. No queda otra. Querido planeta azul, te hemos escuchado. Respira, ahora respira. “Sigue respirando”. Entre todos te vamos a cuidar. Las cosas siempre pasan por algo, y ese algo es una lección que debíamos aprender. Pues bien… Lección aprendida…